Lea sólo el que edifica a los oyentes.
1 No debe faltar la lectura mientras comen los hermanos, ni debe leer en público quien de buenas a primeras tome el libro sino que empezará el domingo el lector de toda la semana. 2 Éste, después de la misa y de la comunión, pida a todos que oren por él para que Dios le libre del espíritu de vanagloria. 3 Iniciándolo el lector, digan todos en el oratorio tres veces este verso: Señor, ábreme los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. 4 Y, recibida así la bendición, comience su servicio de lector. 5 Guárdese sumo silencio para que allí no se oiga ni la voz ni el susurro de nadie sino sólo al que lee. 6 Sírvanse mutuamente los hermanos lo necesario de comer y beber para que nadie necesite pedir nada. 7 Si falta algo, antes que de palabra, pídase con una señal o con un ruido. 8 Nadie se atreva allí a preguntar nada sobre la lectura o sobre cualquier otra cosa, ni se dé ocasión a ello, 9 a no ser que el superior quiera decir breve mente algo edificante. 10 El hermano lector de semana, como acaba de recibir la sagrada comunión, tome vino con agua antes de empezar a leer para que no le resulte pesado aguantar el ayuno. 11 Y coma después con los semaneros de cocina y con los servidores. 12 No lean o canten todos los hermanos por orden sino sólo los que edifican a los oyentes.