miércoles, 04 de diciembre de 2024
Biblioteca de Silos. Sentados

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5. La obediencia.

Una obediencia sin demora.
     1 El primer grado de humildad es una obediencia sin demora. 2 Es la que corresponde a quienes nada aman más que a Cristo. 3 Éstos, por razón del santo servicio que han profesado, o por miedo al infierno, o por la gloria de la vida eterna, 4 en cuanto el superior les manda algo, como si fuera un mandato divino, lo hacen sin admitir dilación alguna. 5 De ellos dice el Señor: En cuanto me oyó, me obedeció. 6 Y dice también a los maestros espirituales: Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha. 7 Éstos, dejando inmediatamente lo suyo y abandonando su propia voluntad, 8 desocupan las manos y dejan inacabado lo que estaban haciendo, para poner por obra lo mandado obedeciendo al pie de la letra. 9 Y como en un momento, con la rapidez que imprime el temor de Dios, coinciden el mandato del maestro y la ejecución del discípulo. 

Estrecho es el camino.
     10 A éstos les mueve el deseo de avanzar hacia la vida eterna. 11 Por eso toman el camino estrecho del que dice el Señor: ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto es el camino que lleva a la vida!. 12 Y, para no vivir a su antojo, ni obedecer a sus deseos y caprichos, se someten al juicio y mandato ajeno, viven en los monasterios y desean que los gobierne un abad. 13 Sin duda estos tales imitan al Señor, que dice de sí mismo: Vine, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. 

Obedecer sin murmurar.
     14 Pero esta misma obediencia sólo será agradable a Dios y dulce para los hombres, si lo mandado se ejecuta sin miedo, sin tardanza, sin frialdad, sin murmuración, sin protesta, 15 pues la obediencia que se tributa a los superiores se tributa a Dios, como dijo Él: Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha. 16 Y los discípulos deben ofrecerla de buen grado, porque al que da de buena gana lo ama Dios. 17 Pero, si el discípulo obedece de mala gana y murmura, no ya de palabra, sino en su corazón, 18 aunque cumpla lo mandado ya no agrada a Dios, pues ve su corazón que murmura. 19 Obrando así no conseguirá premio alguno sino que incurrirá en el castigo de los murmuradores si no se corrige dando satisfacción.


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