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Oren para que Dios sane al rebelde.
1 Si un hermano, frecuentemente corregido por cualquier culpa e incluso excomulgado, no se enmienda, se le aplicará un castigo más duro, es decir, se le castigará con azotes. 2 Si ni aun así se corrige, o incluso, Dios no lo quiera, hinchado de soberbia pretende justificar su conducta, entonces el abad haga lo que un buen médico: 3 si recurrió a las cataplasmas, a la pomada de los consejos, a la medicina de la sagrada Escritura, e incluso al cauterio de la excomunión y de los azotes 4 sin conseguir nada, añada también lo más eficaz: su oración y la de los monjes por él, 5 para que el Señor que todo lo puede sane al hermano enfermo. 6 Pero, si ni aun así se cura, entonces use ya el abad del cuchillo de la amputación, como dice el apóstol: Arrojad de entre vosotros al malvado, 7 y también: El infiel, si se va, que se vaya, 8 no sea que una oveja enferma contagie a todo el rebaño.
« 27. El desvelo del abad con los excomulgados. 29. Readmisión de los que se fueron. »