sábado, 21 de diciembre de 2024
Biblioteca de Silos. Vacía

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El monasterio de Silos.

     Situado en un lugar apartado de la provincia de Burgos, Santo Domingo de Silos es uno de esos monasterios que tienen en su historia una larga tradición Benedictina. Por los restos arqueológicos que todavía se conservan, el monasterio ya existía en el s. IX. En el año 945 el presbítero Juan escribía los últimos folios añadidos al comentario que en el siglo anterior había hecho Smaragdo a la regla de san Benito. Por ello cuando el 3 de junio del año 954 Fernán González dona al monasterio de San Sebastián de Silos las posesiones en que se halla asentado lo hace para que puedan llevar allí una vida tranquila cumpliendo la regla de San Benito. El año 1040, proveniente de San Millán de la Cogolla, llega Domingo Manso a Silos. Es el abad santo que da nombre al monasterio y es también el gran emprendedor de la restauración y revitalización del cenobio silense. También se conserva en nuestro archivo una Regla de nuestro padre San Benito, un manuscrito del s. XIV que nos ofrece una versión castellana de la regla. Tenemos pues en Silos una tradición Benedictina más que milenaria.
     Cuando en 1390 el rey Juan I de Castilla funda el monasterio de san Benito en lo que queda del castillo de la ciudad de Valladolid lo hace con el intento de crear una nueva mentalidad en Castilla en la que cobren su primacía la oración y la contemplación. En torno a San Benito de Valladolid, y con todo el apoyo real, se fue formando la pujante congregación Benedictina española. A ella se une el monasterio de Silos en 1512 y en ella permanece hasta que el decreto de exclaustración suprime las órdenes religiosas en España el 23 de octubre de 1835. 
     Pasarían 45 años de abandono hasta que el 20 de diciembre de 1880 los monjes benedictinos del monasterio francés de Ligugé, de la congregación de Solesmes, celebran con solemnidad la fiesta de santo Domingo tomando posesión de su nuevo monasterio de Silos.
     Desde entonces son muchos los monjes que han profesado la regla de san Benito en este monasterio. Ni el valor de una historia tan documentada, ni la riqueza de un arte tan refinado, podrán explicar nunca esa fe en Dios que empuja a ciertas personas a abandonar el mundo escogiendo un estilo de vida en el que nada se debe anteponer a Dios mismo. Sólo leyendo el evangelio y este mínimo principio de vida que san Benito escribe para los monjes podrás llegar a conocer un poco más de cerca cómo viven los monjes. Y te faltará hacer la misma experiencia cristiana para saborear cómo Dios no abandona a los que le buscan. Así pues, lee con atención esta regla, medítala, y ponte a la escucha de Dios que también para ti tiene una palabra personal.


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