Esta tarde tenía de angustia el alma llena,
pesábame la vida, sin yo saber por qué,
me abracé a sus rodillas, y le dije mi pena,
y mirando sus ojos extasiado quedé.
Es la imagen de piedra de estatura gigante,
que al alfarje se eleva sobre el sólido plinto,
la que muy toscamente pero con mano amante,
tallara un monje godo, reinando Recesvinto.
Bien haya el monje artista que a la augusta Madona,
puso en los finos labios sonrisa que perdona,
y en los rasgados ojos sonrisa maternal.
Los ojos y los labios que saben de dolores,
y esta tarde me han dicho: Hijo mío, no llores,
en nosotros hay mieles para endulzar tu mal.
Fr. Justo Pérez de Urbel, Silos 1925.