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Ofrezca a Dios algo extraordinario.
1 Aunque la vida del monje debería seguir en todo tiempo una observancia cuaresmal, 2 no obstante, como son pocos los que tienen semejante virtud, recomendamos que durante la cuaresma todos guarden la mayor pureza de vida, 3 y eviten en estos santos días las flaquezas de otros tiempos. 4 Esto se logra dignamente si nos abstenemos de todo vicio y nos dedicamos a la oración con lágrimas, a la lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia. 5 Por tanto, en estos días debemos añadir algo a la tarea habitual de nuestra servidumbre, oraciones especiales, abstinencia en la comida y bebida, 6 para que, cada uno por propia voluntad, ofrezca a Dios algo extraordinario en la alegría del Espíritu Santo. 7 Es decir, prive a su cuerpo de algo de comida, bebida, sueño, conversación y bromas y espere la santa Pascua con la alegría de un deseo espiritual. 8 Pero lo que cada uno ofrece propóngaselo a su abad, y hágalo con su oración y aprobación, 9 porque lo que se hace sin el permiso del padre espiritual se tendrá por presunción, vanagloria, no digno de recompensa. 10 Por tanto háganse todas las cosas con autorización del abad.
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